banner

Blog

Jul 31, 2023

El espectáculo de Isaac Julien en la Tate Britain es como un puñetazo con un guante de terciopelo

Por: Steve Dinneen

Cuando se inauguró la nueva ala de la Tate Modern en 2016, prometió marcar el comienzo de una nueva era en la que la actuación y el video tendrían el mismo valor que la pintura sobre lienzo.

Aparte del exitoso show de Steve McQueen de 2018, este valiente nuevo mundo no se ha materializado del todo, y parece revelador que la exhibición de videos más grande y emocionante desde Covid no se encuentra en las entrañas de la Tate Modern sino en su hermano con sede en Millbank.

Y qué exposición es. El espectáculo del cineasta negro, queer y nacido en Londres, Isaac Julien, es absolutamente suntuoso, una serie de instalaciones prístinas, alfombradas y con poca luz como ninguna otra que haya visto.

Antes de ingresar a la exposición propiamente dicha, varias de las primeras obras de Julien se proyectan en la pared del vestíbulo: una respuesta desafiantemente lujuriosa a la crisis del sida; imágenes de una marcha de protesta por el este de Londres tras el asesinato del joven negro Colin Roach en la década de 1980. Muestra una confianza real que trabajos importantes como estos se presenten como una especie de introducción a lo que está por venir.

Luego ingresa a un mar de paredes de galería grises y encaladas reemplazadas por telas espejadas y alfombras hinchables. La última película de Julien, Once Again... (Statues Never Die) se reproduce en cinco pantallas que dividen el espacio. Filmada en blanco y negro nítido, es sorprendentemente hermosa, sobre todo la foto de la nieve que se levanta de los hombros de su estrella André Holland en la parte delantera del folleto.

La película de 30 minutos examina la forma en que el arte africano ha sido alterado y minimizado por las galerías occidentales, contado desde el punto de vista del escritor y curador Alain Locke. Un solo devastador de la cantante Alice Smith vale el precio de la entrada por sí solo.

Desde aquí se pasa a un innovador diseño de centro y radios diseñado por el arquitecto David Adjaye, en el que se proyecta una serie de películas en salas situadas junto a un atrio central. Hay un drama de época basado en la vida del activista contra la esclavitud Frederick Douglass, narrado en 10 pantallas; una inquietante reflexión sobre la tragedia de la bahía de Morecambe en 2004, que presenta acrobacias con alambre al estilo del tigre agazapado; una película sobre la obra de la arquitecta ítalo-brasileña Lina Bo Bardi; una comedia surrealista y coreografiada de errores que analiza la forma en que acumulamos e interactuamos con el arte.

Las piezas son irresistiblemente dispares, unidas únicamente por los temas de desigualdad e identidad centrales en el trabajo de Julien y la impactante poesía visual con la que cuenta sus historias. No falta fuerza en estas películas, pero cada puñetazo lo da un puño envuelto en un guante de terciopelo.

Pensar en estas instalaciones como piezas de entrada y salida (un error honesto para los asistentes a la galería más acostumbrados al videoarte en bucle diseñado para ser visto de una manera no cronológica) sería un error.

En cambio, piense en esto como una tarde en el cine, con cada película para disfrutar de principio a fin. En total, hay más de cuatro horas para digerir, y querrá reservar tiempo para volver a ver sus favoritos.

Comparte este artículo

COMPARTIR